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viernes, 19 de abril de 2024 07:01h.

Pandemia y resiliencia

Columna de opinión del fotoperiodista de Diario El Mundo.

La aparición del covid-19 en nuestro diario vivir ha empujado a las personas a reinventarse y tratar de sobreponerse a los estragos económicos que esta mortal enfermedad ha provocado en nuestra sociedad.

Tras vivir un confinamiento de más de 90 días, la radiografía de la economía no es nada alentadora: negocios clausurados, fábricas cerradas, empleos perdidos y con ello hambre, zozobra y la angustia del "y ahora qué hacemos", este sombrío escenario ha hecho sacar la mejor versión de los salvadoreños para salir adelante y vencer la pandemia.

Muchos han optado por regresar a sus negocios guardando todos los protocolos establecidos por las autoridades sanitarias para evitar la propagación del virus, ofrecer en línea sus productos y servicios, hacer citas por redes sociales o teléfono para atender a sus clientes, vocear alimentos preparados a los transeúntes en las afueras de los restaurantes, colocar barreras de plástico en los puestos de venta, diversificar productos, creación de nuevas aplicaciones para teléfonos inteligentes, servicios de delivery; en fin toda una serie de ideas con las que se han reinventado muchas personas, negocios y servicios.

Claro ejemplo de adaptarse positivamente a la nueva normalidad es don Manuel de Jesús Góchez Miranda, naturópata y quiropráctico, quién ha salido a las calles a vender mascarillas KN-95, "hay que rebuscarse por la familia", dice mientras muestra su producto que él mismo importó.

COVID-19 Juan Ramos Flores Hernandez Payaso COKITO 67 años, desde los 13 artista OM8

Pero no todos pueden sonreír en esta lucha contra el enemigo invisible, la sonrisa de un payaso por ahora está oculta bajo una mascarilla, Juan Ramón Flores Hernández, de 67 años, el payaso "Cokito", se abre paso entre los vehículos sobre la Alameda Juan Pablo II en Salvador, en busca de algunas monedas; la cancelación de festejos patronales y fiestas infantiles le han afectado, así como el cierre de plazas donde hacía globoflexia y ofrecía sus creaciones a los transeúntes, él cómo todos los artistas circenses están sin poder trabajar, por ello se ha visto en la obligación de pedir colaboración a los automovilistas en la vía.

No hay mal que dure 100 años, reza un adagio popular, por ahora los salvadoreños están demostrando que pueden ganar esta guerra donde habrán muchas bajas pero no podrán matar sus sueños.